Madurez



- Jesús invita a pensar con parábolas: Entonces el Reino de los Cielos será como diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al esposo. 2 Cinco de ellas eran necias y cinco prudentes; 3 pero las necias, al tomar sus lámparas, no llevaron consigo aceite; 4 las prudentes, en cambio, junto con las lámparas llevaron aceite en sus alcuzas (Mt 25,1-4). En una boda de pueblo van llegando los amigos de los novios. Se retratan distintos caracteres: unos más previsores, que piensan en el futuro y se preparan, y otros que viven el presente, sin más cálculos.
- Al hablar ahora con Él nos sugiere considerar en qué personajes nos vemos mejor reflejados: vamos despreocupados por la vida como las chicas necias, o actuamos de modo responsable y sereno, como las prudentes.
- Jesús sigue: 5 Como tardaba en venir el esposo, les entró sueño a todas y se durmieron. 6 A medianoche se oyó una voz: "¡Ya está aquí el esposo! ¡Salid a su encuentro!" 7 Entonces se levantaron todas aquellas vírgenes y aderezaron sus lámparas. 8 Y las necias les dijeron a las prudentes: "Dadnos aceite del vuestro porque nuestras lámparas se apagan". 9 Pero las prudentes les respondieron: "Mejor es que vayáis a quienes lo venden y compréis, no sea que no alcance para vosotras y nosotras". 10 Mientras fueron a comprarlo vino el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas y se cerró la puerta. 11 Luego llegaron las otras vírgenes diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!" 12 Pero él les respondió: "En verdad os digo que no os conozco". 13 Por eso: velad, porque no sabéis el día ni la hora (Mt 25,5-13)
- Jesús invita a sus oyentes a pensar en que llegará la muerte y el juicio, y no conviene que les sorprenda desprevenidos. Sus palabras también se dirigen a nosotros y nos pueden hacer pensar en lo que realmente es más importante de la vida. Ya la semana pasada hablábamos con Él de los difuntos y de lo que podemos hacer por ellos desde este  mundo. Ahora se nos invita a pensar en nosotros mismos.
- Una de las tentaciones más habituales para los que somos jóvenes es la superficialidad, el atolondramiento, la frivolidad,… el decidir todo sobre la marcha, sin pararnos a pensar las consecuencias, si son las que queremos, o no.
- Jesús sabe que no somos, o no queremos ser malos. Pero a veces somos flojos. Queremos estudiar y aprovechar el tiempo,… pero si hay una buena serie, o un plan más divertido… Queremos pasarlo bien con los amigos, pero tal vez una segunda o una tercera copa nos lleva a perder un poco el control y no reaccionar con la decisión debida ante unas tentaciones que se presentan…
- El atolondrado es un poco “pasota”, es raro que reaccione con energía incluso cuando debería hacerlo. Pero es bueno que adquiramos la costumbre de pensar y actuar de modo sensato, como las vírgenes prudentes, y esto requiere un esfuerzo por parte de la voluntad por hacer lo que se debe aunque a veces no apetezca.
- En el evangelio Jesús nos enseña a sacar energía cuando es necesario: Encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. 15 Con unas cuerdas hizo un látigo y arrojó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. 16 Y les dijo a los que vendían palomas: -Quitad esto de aquí: no hagáis de la casa de mi Padre un mercado. 17 Recordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume (Jn 2,14-17).
- En ocasiones será bueno indignarnos con lo que no va bien, y poner los medios para cambiarlo. No podemos acostumbrarnos al mal, al pecado, a la injusticia, y quedarnos indiferentes.
- Sólo triunfan los que se esfuerzan. En lo profesional, en la familia, y, en primer lugar, en la propia vida. Repasemos nuestro comportamiento. Jesús, ayúdame a cambiar, a mejorar, a ser fuerte, a poner los medios para salir de mi pereza, comodidad, acostumbramiento, o para salir de los vicios grandes o pequeños que me roban todas las energías.
- La Santísima Virgen María siempre estuvo disponible a cumplir la voluntad de Dios, sin pensar en sí misma. Madre mía, ayúdame a reaccionar siempre con prontitud, como tú lo hacías.

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