El Evangelio de Lucas señala que María, después de dar a
luz a su hijo, “lo recostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en
el aposento” (Lc 2,7). El “pesebre” indica que en el sitio donde nació Jesús se
guardaba el ganado. Lucas señala también que el niño en el pesebre será la
señal para los pastores de que allí ha nacido el Salvador (Lc 2,12.16). La
palabra griega que emplea para “aposento” es katályma. Designa la habitación espaciosa de las casas, que podía
servir de salón o cuarto de huéspedes. En el Nuevo Testamento se utiliza otras
dos veces (Lc 22,11 y Mc 14,14) para indicar la sala donde Jesús celebró la
última cena con sus discípulos. Posiblemente, el evangelista quiera señalar con
sus palabras que el lugar no permitía preservar la intimidad del acontecimiento.
Justino (Diálogo con Trifón 78) afirma que nació en una cueva y Orígenes
(Contra Celso 1,51) y los evangelios apócrifos refieren lo mismo
(Protoevangelio de Santiago 20; Evangelio árabe de la infancia 2; Pseudo-Mateo
13).
De todas estas menciones, la más antigua y autorizada
documentación de la Gruta
- Pesebre de Belén es la del apologista, filósofo y mártir S. Justino de Nablús,
que escribía poco después del año 150. Su testimonio tiene un valor
extraordinario, aún cuando no hubiera estado personalmente en Belén en aquel
tiempo de ocupación pagana, porque, era palestino de nacimiento, cercano a la
época de Cristo, portavoz de la tradición local, profundo conocedor de la
lengua griega, comprometido en la lucha contra la clase docta judía (Celso). La
mención se encuentra en el Diálogo con
Trifón, 78:
"Habiendo nacido entonces el Niño en Belén, porque
José no tenía en aquella aldea (kóme)
donde alojarse, se alojó en una cierta gruta (spélaio) cercana a la aldea, y entonces, estando ellos allí, María
dio a luz a Cristo y lo puso en un Pesebre, donde fue encontrado por los Magos
provenientes de Arabia".
La forma y la descripción son muy concisas, de estilo
clásico, pero es testimonio seguro de la "tradición palestina", quizá
también local, donde los judeo-cristianos permanecieron también después de la
paganización del año 135.
José y María, dándose cuenta de la situación local y
después de haber renunciado por elección y por la fuerza de las circunstancias
a la habitación superior (= Katályma)
de la casa, se retiraron a una de las "grutas-almacenes" de la
habitación, precisamente a aquella que, teniendo el acceso externo
independiente y dando al este, estaba destinada y adaptada para el animalito de
casa.
En las dilaciones del censo y en espera del alegre suceso,
José tuvo tiempo y modo para arreglar todo bien, incluso el pesebre; que no era
una simple cueva, sino un sistema de grutas, que, queriendo, podían comunicar
con la habitación superior.
Por tanto hay trabajo para José: limpieza y arreglos,
algún madero para formar un ángulo reservado, primero para María y luego para
él, un lugar seco y fresco para conservar las provisiones alimenticias; el agua
de la cisterna estaba allí cerca; en suma, un arreglo decente, en una típica
gruta palestina, pero junto a una casa, donde quedarse sin problemas aquel par
de meses de la "separación ritual" requeridos para la perfecta
observancia de la Ley
judía.
San José hizo todo este trabajo con habilidad de artesano,
propia de él y con la mente fija en el doble Misterio que él, cabeza de familia
investido expresamente por el Cielo para tan grave misión, no sólo debía guardar,
sino también defender de toda curiosidad humana, con la discreción del justo y
el tacto del descendiente real.
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