¿Es razonable creer en Dios?
¿Cómo funciona esto de la fe? Dios sale a nuestro
encuentro de muchas maneras. En cada experiencia conmovedora de la naturaleza,
en cada encuentro verdaderamente humano, en cada aparente casualidad, en cada
sufrimiento, en cada reto que se nos plantea, hay un mensaje escondido de Dios
para cada uno. También lo escuchamos en la voz de nuestra conciencia si está
abierta a la verdad.
Cuando seguimos las pistas que nos señalan la existencia
de Dios y adquirimos confianza para dirigirnos a él, estamos dando los primeros
pasos para afianzar una amistad inolvidable que nos proporcionará una gran
estabilidad y serenidad, ya que podremos descansar confiadamente apoyados en
quien nunca falla.
Dios nos busca y nos habla como amigos, y espera que le
respondamos con nuestra amistad, creyendo en él, intentando comprender lo que
nos dice, y aceptando sin reservas lo que nos propone.
La fe es la respuesta a la invitación que Dios nos hace a
comunicarnos con él y a gozar de su compañía. Mediante la fe el hombre somete
por completo su inteligencia y su voluntad a Dios, prestando asentimiento a lo
que Dios ha revelación y decidiendo vivir de modo coherente con esas verdades.
Pero ¿esto una postura razonable? ¿creer es humano? ¿está
en sus cabales una persona que somete su inteligencia a lo que otro le dice, o
pone sus decisiones en manos de otro?
La fe es ante todo una adhesión personal a Dios, y al
mismo tiempo e inseparablemente asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha
revelado.
Es verdad que sería vano y equivocado poner una fe
semejante en una criatura. ¿Pero sucede lo mismo con Dios? La realidad de las
cosas depende fundamentalmente de la respuesta que tenga una cuestión, que es
la fundamental: ¿Dios existe o no existe? Si no existiera y fuera sólo una
construcción ideológica, no tendría sentido. Pero ¿y si existe?
Digamos que la opción de prestar ese asentimiento supone
asumir un riesgo, porque no es posible controlar intelectualmente toda la
realidad. Requiere un ejercicio de confianza, algo así como la que requeriría
lanzarse a una piscina a una persona que nunca lo hubiera hecho. Ve a otras
personas que están allí y disfrutan del baño, pero la primera impresión es que
si se tira se va a ir al fondo y se ahogará.
Para prestar el asentimiento de fe no se puede esperar a
encontrar una demostración matemática de la existencia de Dios ni de cada una
de las verdades que ha revelado. Supone un riesgo, y por eso requiere una ayuda
que tenemos que recibir desde fuera. La fe es un don de Dios, una virtud
sobrenatural infundida por él, ya que para dar una respuesta positiva a lo que
Dios ha revelado es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda,
junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo
dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y
creer la verdad. Así lo enseña el Concilio Vaticano II (Dei Verbum, n.5) y el Catecismo de la Iglesia Católica (n.153).
Ahora bien no es contrario ni a la libertad ni a la
inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y aceptar las verdades
por él reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia
dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus
intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un
hombre y una mujer se casan). Nos fiamos de nuestros padres cuando somos
pequeños, nos fiamos de nuestros maestros y de lo que dicen los manuales. Nos
fiamos de lo que leemos en la prensa, escuchamos en la radio o vemos en la
televisión. No tenemos tiempo ni posibilidad de contrastar experimentalmente
todo la información de vamos recibiendo. En la vida normal casi todo lo que
sabemos es porque nos hemos fiado de alguien. Así que no es contrario a nuestra
dignidad fiarnos de Dios.
El motivo de creer no radica en el hecho de que las
verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra
razón natural. Creemos a causa de la autoridad de Dios mismo que revela, y que
no puede engañarse ni engañarnos.
Ahora bien, también en la vida real, necesitamos
contrastar por lo menos algunos datos de lo que nos dicen y verificar si son
verosímiles, aunque muchas veces no podamos demostrarlos. La ciencia avanza más
por inducción que por deducción matemáticamente probada.
Por eso, también es razonable que deseemos conocer con más
precisión y profundizar en lo que nos dice la fe. Como señalaba San Anselmo, “la
fe trata de comprender”. Es propio de la fe católica que el creyente desee
conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha
sido revelado, y por eso que ponga todo su empeño en acercarse cuanto pueda a
entender los misterios de la revelación.
Fe y razón no son realidades incompatibles, sino
complementarias. La investigación científica correctamente realizada, nunca
estará realmente en oposición con la fe, porque las realidades profanas y las
realidades de fe tienen su origen en el mismo Dios.
Que un ateo militante como Anthony Flew, una de las máximas referencias del ateísmo filosófico contemporáneo y universal, cambiase de posicionamiento en los últimos años de su vida, y así lo reflejase en su libro "Dios Existe" es verdaderamente significativo. Felicidades por el blog.
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