El amigo que acompaña, orienta y anima
— Celebramos Pentecostés, la solemnidad del Espíritu Santo. Jesús lo había
prometido a sus discípulos, y diez días después de su Ascensión a los cielos se
lo envió: Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un
mismo lugar. 2 Y de repente sobrevino del cielo un ruido, como de un
viento que irrumpe impetuosamente, y llenó toda la casa en la que se hallaban. 3
Entonces se les aparecieron unas lenguas como de fuego, que se dividían y se
posaban sobre cada uno de ellos. 4 Quedaron todos llenos del
Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les
hacía expresarse (Hch 2,1-4).
— Pentecostés, shebuot, era para los judíos una de las
tres grandes fiestas. Al principio agradecimiento por la recolección cereal
(primicias), pero a eso se unió la fiesta por la donación de la Torah, el
“manual de instrucciones” del mundo y del hombre, que otorgaba la sabiduría a
Israel. Era la fiesta de la Alianza de vivir siempre conforme a la voluntad de
Dios manifestada en su Ley.
— Las imágenes que utiliza san Lucas para indicar la irrupción del
Espíritu Santo —el viento y el fuego— aluden al Sinaí, donde Dios se había
revelado al pueblo de Israel y le había concedido su alianza (cf. Ex 19, 3 ss).
La fiesta del Sinaí, que Israel celebraba cincuenta días después de la Pascua,
era la fiesta del Pacto. Al hablar de lenguas de fuego (cf. Hch 2, 3), san
Lucas quiere presentar el Cenáculo como un nuevo Sinaí, como la fiesta de la
Alianza que Dios hace con su Iglesia, a la que nunca abandonará.
— Con la fuerza del Espíritu Santo se hacen entender por todos,
sea cual sea su origen y mentalidad: 5 Habitaban en Jerusalén
judíos, hombres piadosos venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. 6
Al producirse aquel ruido se reunió la multitud y quedó perpleja, porque cada
uno les oía hablar en su propia lengua. 7 Estaban asombrados y se
admiraban diciendo: -¿Es que no son galileos todos éstos que están hablando? 8
¿Cómo es, pues, que nosotros les oímos cada uno en nuestra propia lengua
materna? 9 "Partos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia,
de Judea y Capadocia, del Ponto y Asia, 10 de Frigia y Panfilia, de
Egipto y la parte de Libia próxima a Cirene, forasteros romanos, 11
así como judíos y prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras
propias lenguas las grandezas de Dios (Hch 2,5-11).
— Lo que sucede ese día, con la acción del Espíritu Santo, es la
antítesis de lo que había contado la Biblia en los orígenes de la humanidad: Por
aquel entonces toda la tierra hablaba una sola lengua y con las mismas
palabras. 2 Al desplazarse desde oriente encontraron una vega en el
país de Sinar y se establecieron allí. 3 Entonces se dijeron unos a
otros: -¡Vamos a fabricar ladrillos y a cocerlos al fuego! De esta forma, los
ladrillos les servían de piedras y el asfalto de argamasa. 4 Luego
dijeron: -¡Vamos a edificarnos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al
cielo! Así nos haremos famosos, para no dispersarnos por toda la faz de la
tierra. 5 Bajó el Señor a ver la ciudad y la torre que los hijos de
los hombres estaban edificando; 6 y dijo el Señor: -Forman un solo
pueblo, con una misma lengua para todos, y esto es sólo el comienzo de su obra;
ahora no les será imposible nada de lo que intenten hacer. 7
¡Bajemos y confundamos ahí mismo su lengua, para que ya no se entiendan unos a
otros! 8 De esta manera, desde allí el Señor los dispersó por toda
la faz de la tierra, y dejaron de construir la ciudad. 9 Por eso se
la denominó Babel, porque allí el Señor confundió la lengua de toda la tierra,
y desde allí el Señor los dispersó por toda la faz de la tierra (Gn 11,1-9).
— Este texto un retrato que se ajusta bastante bien a la sociedad
actual. Al fin y al cabo, es la vieja tentación de construir un mundo que
prescinda de Dios, y que pueda salvarse por sí mismo de todos los males. Con el
progreso de la ciencia y de la técnica hemos alcanzado el poder de dominar las
fuerzas de la naturaleza, de manipular los genes, de fabricar seres vivos,… Tal
vez pensamos que nosotros mismos podemos construir y realizar todo lo que
queremos, y no caemos en la cuenta de que estamos reviviendo la experiencia de
Babel.
— Cuando los hombres del relato bíblico comenzaron a trabajar como
si Dios no existiera, fueron comprobando que ellos mismos se deshumanizaron,
porque habían perdido un elemento fundamental de las personas humanas, que es
la capacidad de ponerse de acuerdo, de entenderse y de actuar juntos. Este
texto contiene una verdad perenne. En una sociedad tan tecnificada, y con
tantos medios de comunicación y de información, como la contemporánea, cada vez
hablamos menos y nos entendemos menos, se pierde la capacidad real de
comunicarse en un diálogo abierto y sincero. Necesitamos de algo que nos ayude
a recuperar esa capacidad de apertura a los demás.
— Lo que el orgullo humano rompió, lo recompone la acción del
Espíritu Santo. También hoy, la docilidad al Espíritu Santo es lo que nos
proporciona esa ayuda que necesitamos para construir un mundo más humano, en el
que nadie se sienta sólo, privado de la atención y el afecto de los demás.
Jesús lo prometió a los apóstoles y a cada uno de nosotros: yo rogaré al
Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre
(Jn 14,16). Utiliza una palabra griega para-kletós que significa «el que habla al lado»: es el
amigo que nos acompaña, nos anima y nos orienta en el camino.
— Ahora que estamos hablando con Dios en este rato de oración nos
preguntamos en su presencia: ¿me empeño en construir mi vida profesional y
familiar, mis relaciones de amistad, la sociedad en la que vivo, como un mundo
levantado con mi esfuerzo sin que Dios me importe? O ¿quiero escuchar y ser
dócil a la voz amorosa del Espíritu Santo, ese compañero inseparable que Jesús
ha puesto a mi lado para que me guíe y me anime?
— Podemos invocarlo con una antigua y hermosa oración de la
Iglesia: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles, y enciende
en ellos el fuego de tu Amor. Y le pedimos a la Santísima Virgen, Esposa de
Dios Espíritu Santo, que, como ella, le dejemos hacer cosas grandes en nuestra
alma, para que sepamos amar a Dios y a los demás, y construir con su ayuda un
mundo mejor.
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