¿Es bueno comulgar siempre?
— Celebramos la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Ya
habíamos celebrado la institución de la Eucaristía el Jueves Santo, junto con
el mandato del amor fraterno y la institución del sacerdocio, en vísperas de la
Pasión. Ahora nos centramos en la acción de gracias a Jesús por quedarse con
nosotros para alimentarnos en la Eucaristía y acompañarnos en el sagrario.
— ¡Hasta qué
punto llega la humildad de Jesús de quedar totalmente indefenso ante nosotros!
Una mirada a lo que sucede actualmente nos ayudará a hacer examen y mejorar
nuestro amor.
— Cuando San Pablo describe la escena a los
corintios añade algo que impresiona: porque cada vez que coméis este pan y bebéis este cáliz, anunciáis la
muerte del Señor, hasta que venga. Así pues, quien coma el pan o beba el cáliz
del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor.
Examínese, por tanto, cada uno a sí mismo, y entonces coma del pan y beba del
cáliz; porque el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia
condenación. Por eso hay entre vosotros muchos enfermos y débiles, y mueren
tantos (1 Co 11,26-30). ¿Por
qué hay tantos males en el mundo? Porque no se trata con amor a Cristo en la
Eucaristía.
— Desgraciadamente, hoy son muchas las faltas de
respeto a la Eucaristía. Hay personas que en vez de considerarla como un gran don,
que recibimos a pesar de nuestra indignidad, pero decididos a tener el alma lo
más limpia posible, reivindican el comulgar como si fuera un derecho. A lo
largo de los siglos, el que estaba en pecado y deseaba acercarse al Señor,
reconocía con sencillez su culpa, le pedía perdón en el sacramento de la
penitencia, decido a convertirse y cambiar en su vida todo lo que fuera
necesario. Ahora muchos no se reconocen culpables de nada y reclaman que la
Iglesia sea misericordiosa y les reconozca el «derecho» a comulgar. O bien se
acercan directamente al altar sin mayores miramientos, para recibir el Cuerpo
de Cristo. La cuestión planteada por San Pablo sigue siendo plenamente actual:
¿Por qué hay tantos males en el mundo? Porque no se trata con amor a Cristo en
la Eucaristía.
— Esta fiesta es un gran día para desagraviar por
tantas ofensas al Cuerpo y la Sangre del Señor, y poner los medios para
recibirlo siempre con la dignidad debida, bien dispuestos: dignamente vestidos
para ese encuentro de amor, habiendo guardado el ayuno eucarístico, y, sobre
todo, con el alma limpia.
— Durante las últimas décadas se ha insistido mucho
en la acción pastoral en la importancia de la comunión frecuente para
participar activamente en la Eucaristía. No es un alimento para los santos y
puros, sino para hombres débiles que necesitan fortaleza -se dice, y es verdad-.
Pero también Jesús advirtió con claridad: No deis las cosas santas a los perros, ni echéis vuestras perlas
a los cerdos, no sea que las pisoteen con sus patas y al revolverse os
despedacen (Mt 7,6).
La comunión es un gran regalo de Dios para sanar los corazones heridos por las
debilidades y el pecado, pero que quieren ser sanados y purificados, apartándose
decididamente del fango.
— Amar la
Eucaristía implica prepararnos para recibirla bien, y ayudar a nuestros amigos
a valorar este don y recibirlo siempre con las debidas disposiciones, aunque
sea con menos frecuencia: no les hará mal; el íntimo dolor de no acercarse a
recibir al Señor les moverá a la conversión y valorar más el don de la gracia.
— Pero además de
alimento, Jesús presente en la Eucaristía nos hace el regalo de permanecer
siempre cerca de nosotros en el Sagrario. A todos nos ayudará a crecer en vida
cristiana ir a visitarlo, acompañarlo un rato cada día, redescubrir el bien que
hace al alma la comunión espiritual. También cuando hemos tenido un bajón y
todavía no tenemos la mirada limpia para contemplar al Señor cara a cara,
podemos acudir a él en el sagrario, o hacer una comunión espiritual y nos irá
sanando, hasta darnos ese abrazo de reconciliación en la penitencia. Pero
también nos fortalece, nos consuela y nos anima siempre que lo necesitamos.
— En la
procesión del Corpus Christi, Jesús sale a la calle al encuentro de todos,
también de los que no van a la Iglesia, para llamarlos a volver a casa y
retomar el calor de su amistad. Que lo adoremos y le pidamos que vaya
transformando los corazones de todas las personas que en ese momento estén por
las calles para reinar en sus corazones y hacerlos felices.
— ¿Cómo se
prepararía la Santísima Virgen para recibir a Jesús en la Eucaristía cuando
asistiera a la Misa celebrada por San Juan o cualquiera de los Apóstoles? A
Ella le pedimos que nos ayude a recibir a su Hijo con aquella pureza, humildad
y devoción con que Ella lo recibió.
Muchas gracias por compartir la alegria de la Eucaristia. En las catequesis y clases de religión, quiza debian incidir más en enseñar los ejemplos de nuestros santos, que cuando hablamos de la Eucaristia, siempre deberiamos recordar a ese humilde fraile de Teruel, San Pascual Bailón.
ResponderEliminar¡Un saludo!