Halloween! Brujas? Algo mucho mejor
— Mañana celebramos la solemnidad de todos los santos
y después el día de los difuntos. Días importantes de recuerdo para los que nos
han precedido en la fe y duermen ya el sueño de la paz. Y de hacer presentes
verdades importantes de nuestra fe. En todos los santos nos alegramos y
tratamos a los que murieron en gracia de Dios y ya están en el cielo. El los
difuntos rezamos por los que todavía están en el purgatorio, para que,
purificados cuanto antes, gocen de la gloria celestial.
— Nos invita a pensar en el misterio de la muerte
-que Jesús mismo quiso asumir para que nosotros pudiéramos vencerla- y
en el destino final de nuestras vidas: lograr la felicidad definitiva para la
que nos has hecho, el posible fracaso del infierno, o la “repesca” del
purgatorio una vez debidamente purificados.
— Y, en el fondo de esta celebración, está la fe en la
comunión de los santos que confesamos al final del Credo. “Como todos
los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los
otros… Es, pues, necesario creer que existe una comunión de bienes en la
Iglesia. Pero el miembro más importante es Cristo, ya que Él es la cabeza… Así,
el bien de Cristo es comunicado a todos los miembros, y esta comunicación se
hace por los sacramentos de la Iglesia” (Santo Tomás, symb. 10) (Catecismo, 947). Nunca estamos solos,
Jesucristo y todos nuestros hermanos en la fe nos acompañan y apoyan.
— En la comunidad primitiva de Jerusalén, los
discípulos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, la comunión,
la fracción del pan y las oraciones (Hch 2, 42). Comunión en la fe:
La fe de los fieles es la fe de la Iglesia recibida de los Apóstoles, tesoro de
vida que se enriquece cuando se comparte (Catecismo,
949).
— La multitud de los creyentes tenía un solo
corazón y una sola alma, y nadie consideraba como suyo lo que poseía, sino que
compartían todas las cosas (Hch 4,32). Comunión de la caridad: En la
“comunión de los santos” ninguno de
nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo (Rm 14,
7). Si sufre un miembro, todos los demás
sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su
gozo. Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno
por su parte (1Co 12,26-27). El menor de nuestros actos hecho con caridad
repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres,
vivos o muertos, que se funda en la comunión de los santos.
— Contemos también con la intercesión de los santos.
“Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo,
consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad… no dejan de
interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único Mediador
entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la
tierra… Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad” (Vaticano
II, Lumen gentium 49). Algunos
santos, cercano el momento de su muerte, eran conscientes del gran bien que
podían seguir haciendo desde el Cielo: “No lloréis, os seré más útil después de
mi muerte y os ayudaré más eficazmente que durante mi vida" (Santo Domingo
de Guzmán, moribundo, a sus hermanos, cf. Jordán de Sajonia, lib 43). “Pasaré
mi cielo haciendo el bien sobre la tierra” (Santa Teresa del Niño Jesús, verba)
(cf. Catecismo 956)
— Invoquemos en especial a María, Madre del Señor y
espejo de toda santidad. Que ella, la toda santa, nos haga fieles discípulos de
su hijo Jesucristo, y que se lleve cuanto antes al Cielo a los difuntos que
estén en el purgatorio. Amén.
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