San Pablo VI y San Josemaría Escrivá
Para quienes
trabajamos en la Facultad
de Teología de la
Universidad de Navarra la canonización de Pablo VI
constituye un motivo de gran alegría. Su recuerdo siempre permanecerá vivo
entre nosotros. No podemos olvidar que nuestra Facultad fue erigida como tal en
1969, durante su Pontificado. Tal reconocimiento a la tarea iniciada unos años
antes con el aliento de San Josemaría Escrivá de Balaguer se enmarca en el
impulso teológico que Pablo VI quiso imprimir en la Iglesia en los años que
siguieron a la conclusión del Concilio Vaticano II.
En octubre de
1999 tuve ocasión de preparar unas palabras de bienvenida a los participantes
en unas Jornadas de Estudio sobre “El hombre moderno a la búsqueda de Dios,
según el Magisterio de Pablo VI” que se celebraron en Pamplona. En aquella
ocasión quise evocar con agradecimiento el recuerdo de algunos testimonios
acerca de Pablo VI que por diversos motivos tienen relación con esta Facultad
de Teología, y son por ello particularmente entrañables para quienes trabajamos
aquí. Hoy, diecinueve años después, pienso que la canonización realizada por el Papa Francisco es un buen motivo para recordarlos de nuevo.
Comencemos por un detalle, meramente anecdótico pero
significativo, que hace referencia a las primeras ocasiones en que un profesor
de nuestra Facultad fue recibido personalmente por Pablo VI, aunque por la fecha
en que tuvieron lugar aquellos encuentros, 1943, el profesor Orlandis
—Catedrático de la Universidad de Murcia y joven investigador— todavía no era
profesor de esta Facultad, y Juan Bautista Montini aún no era Pablo VI. Una de
las veces en que habían quedado citados, la audiencia anterior se prolongó un
poco más de lo habitual y el ujier encargado de introducir las visitas al
despacho de Mons. Montini se creyó en el deber de dar conversación a D. José
Orlandis para amenizar la espera. “En la charla surgió, como una confidencia
–recuerda el prof. Orlandis–, la opinión que le merecía Montini y la imagen que
presentaba ante sus ojos, tan habituado a contemplarle tan de cerca. La
definición, dicha en lenguaje popular de un viejo romano me hizo tal gracia –sigue
diciendo Orlandis– que nunca pude olvidarla: ‘Monsignore è proprio un santo:
lavora sempre, quasi non dorme e mangia come un uccelletto!’”. Esta definición, un tanto singular en su
forma, no deja de ser un testimonio expresivo de la capacidad de trabajo y el
afecto que Juan Bautista Montini suscitaba en quienes eran testigos de su labor
cotidiana.
Algo después,
con motivo de otro encuentro, el 21 de enero de 1945, el profesor Orlandis
regaló a Mons. Montini un ejemplar de Camino,
que San Josemaría Escrivá de Balaguer le había hecho llegar a Roma unos días
antes. Pues bien, aquel libro no quedaría abandonado en los estantes de una
biblioteca, sino que también tendría su historia que hemos podido conocer
muchos años más tarde.
En una
audiencia concedida por Pablo VI al Beato Álvaro del Portillo treinta años
después, esto es, en 1975, poco después del fallecimiento de San Josemaría,
habló a su sucesor al frente del Opus Dei de aquel libro que aún conservaba con
esmero. Así recordaba Mons. del Portillo aquella conversación: “Pablo VI me
habló del Padre con admiración y me dijo que estaba convencido de que había
sido un santo. Me confirmó que desde muchos años antes leía Camino a diario y que le hacía un gran
bien a su alma” (Álvaro del Portillo, Entrevista
sobre el Fundador del Opus Dei, p. 18).
El afecto de
Pablo VI por San Josemaría se había manifestado ya desde que tuvo las primeras
referencias acerca de su persona y de la labor apostólica que desarrollaba, y
quedó plasmado en detalles tan entrañables dentro de su sencillez como el hecho
que Mons. Montini pagó de su propio bolsillo los gastos para la concesión del
nombramiento de Prelado Doméstico de Su Santidad que el Beato Álvaro del
Portillo había solicitado para San Josemaría Escrivá (Álvaro del Portillo, Entrevista sobre el Fundador del Opus Dei,
p. 18).
Juan Bautista
Montini y Josemaría Escrivá tuvieron oportunidad de encontrarse por primera vez
en 1946 con motivo del primer viaje a Roma del fundador del Opus Dei. San
Josemaría recordó toda su vida, y lo manifestó repetidamente, que Mons. Montini
fue la primera mano amiga que encontró en su llegada a Roma, y siempre le tuvo
un cordial afecto.
Cuando el 24
de enero de 1964 Josemaría Escrivá fue recibido en audiencia por Pablo VI le
causó una honda impresión contemplar en el Santo Padre el rostro amable que
había encontrado en los despachos del Vaticano en su primer viaje a Roma. Así
se lo manifiesta con sencillez en la carta que le dirigió unos días después de
esa entrevista: “Me parecía estar viendo de nuevo la amable sonrisa, y
volviendo a escuchar las benévolas palabras de ánimo —fueron las primeras que
escuché en el Vaticano— de S. E. Mons. Montini, en el ya lejano 1946: ¡pero
ahora era Pedro quien sonreía, quien hablaba, quien bendecía!” (Carta
14.II.1964. El texto de la misma puede encontrarse en A. de Fuenmayor - V.
Gómez Iglesias - J. L. Illanes, El
itinerario jurídico del Opus Dei, p. 574).
Son recuerdos
sencillos de la historia reciente que testimonian la categoría humana y
sobrenatural de quienes los protagonizaron y que hoy cobran nueva actualidad.
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