Ante un curso que comienza
– La primera lectura del
domingo pasado nos invitaba pensar en nuestra actitud ante un nuevo curso: A ti, hijo de hombre, te he puesto como
centinela sobre la casa de Israel (Ez 33,7).
–
Como el que vigila en la torre de un castillo para ver si viene el enemigo y
plantear la defensa. Ahora no hay castillos, pero en el mundo de los negocios,
de la creatividad, de la moda, son importantes los hombres que saben mirar el
futuro, hacerse cargo de las tendencias, y concretar sus estrategias.
–
Ahora, con tu ayuda Jesús, miramos hacia adelante. No con una mirada corta
(cómo organizarme para sobrevivir a los exámenes y divertirme) sino con visión
amplia de futuro. Los años de universidad son decisivos para realizar los
ideales que llevamos en el corazón, o para dejar pasar lo más importante del
tren de la vida.
–
Una mirada al mundo: mucha gente que sufre por guerras, por injusticias, por
falta de trabajo, porque están solos, porque no tienen con quien compartir sus
ideales, porque nadie le echa una mano,… porque no conocen bien a Dios y no han
experimentado su afecto (tal vez a nosotros nos pase algo de esto)
– ¿Queremos hacer algo? Que tu vida no sea una vida estéril
(escribió San Josemaría) –Sé útil. –Deja
poso. –Ilumina, con la luminaria de tu
fe y de tu amor. Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia
que dejaron los sembradores impuros del odio. –Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que
llevas en el corazón (Camino,
1)
–
¿Por dónde comienzo? Por querer ayudar y por dejarme ayudar, porque solos no podemos.
–
Todos vemos los problemas y nos hacen sufrir, pero nos cuesta parar, pensar,
decidir y llevar a cabo. Un buen futbolista no es sólo alguien que tiene fuerza
física y corre, sino quien sabe leer el partido, ver huecos, estar atento a
sus compañeros y poner el balón en el lugar oportuno, y todo eso rápido. Lo
mismo pasa a la hora de jugar el partido de la vida, de la formación
profesional, de las relaciones personales, del trabajo real.
–
En lo humano es importante la actitud al emprender una tarea. Se requiere fijar
bien los objetivos, planificación y compromiso. ¡Ayúdame, Jesús, a
concretar!
–
El objetivo principal del año y de
la vida es ser feliz, para eso nos ha hecho Dios. Es lo que los teólogos llaman
alcanzar la bienaventuranza. La felicidad plena sólo la tendremos en el cielo,
pero antes podemos gustar de ella en el Amor. La vida cristiana no es otra cosa
que un camino de Amor que lleva a la felicidad. Por eso, para ser feliz de
verdad (no sólo unos ratos de gozo pasajero, que luego dejan un regusto
amargo): cultivar la fe y aprender a vivirla.
–
Planificación: Un horario semanal
con horas de clase y estudio intenso. Con una hora de levantarse y otra de
acostarse para dormir lo suficiente. Un tiempo para Dios. Un tiempo para los
amigos, el deporte, la cultura. Un tiempo alimentar nuestra vida cristiana:
clases de formación, catequesis, un rato para charlar de nuestras cosas con
alguien que nos aconseje y para poder limpiar el alma en el sacramento de la
reconciliación,…
–
Compromiso. Uno de los mayores
problemas que tenemos los jóvenes de hoy es que dependemos demasiado del
sentimiento, del “me apetece”, y así apenas logramos nada. Estabilidad, aunque
no tenga ganas. Pronto me alegraré de haberlo hecho. Para eso comenzar ya:
pidiéndole ayuda al Señor, haciendo cuando antes una buena confesión,
concretando nuestro horario hoy mismo, y viviéndolo desde ahora.
– Le pedimos a
Jesús que nos ayude y que ayude a los demás. En el Evangelio del próximo
domingo nos invita sobre todo a ser muy comprensivos con los demás, también con
sus defectos, abiertos a perdonar: Pues
donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Entonces, se acercó Pedro a preguntarle: -Señor, ¿cuántas veces tengo que
perdonar a mi hermano cuando peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le respondió:
-No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el
Reino de los Cielos viene a ser como un rey que quiso arreglar cuentas con sus
siervos. Puesto a hacer cuentas, le presentaron uno que le debía diez mil
talentos. Como no podía pagar, el señor mandó que fuese vendido él con su mujer
y sus hijos y todo lo que tenía, y que así pagase. Entonces el siervo, se echó
a sus pies y le suplicaba: "Ten paciencia conmigo y te pagaré todo".
El señor, compadecido de aquel siervo, lo mandó soltar y le perdonó la deuda.
Al salir aquel siervo, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien
denarios y, agarrándole, lo ahogaba y le decía: "Págame lo que me
debes". Su compañero, se echó a sus pies y se puso a rogarle: "Ten
paciencia conmigo y te pagaré". Pero él no quiso, sino que fue y lo hizo
meter en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Al ver sus compañeros lo
ocurrido, se disgustaron mucho y fueron a contar a su señor lo que había
pasado. Entonces su señor lo mandó llamar y le dijo: “Siervo malvado, yo te he
perdonado toda la deuda porque me lo has suplicado. ¿No debías tú también tener
compasión de tu compañero, como yo la he tenido de ti?” (Mt 18,21-33).
–
Los Apóstoles perseveraban en la oración con María la Madre de Jesús. También
ahora le hablamos y le pedimos: Ayúdame a no permanecer pasivo ante el panorama
tan hermoso que tengo por delante en este curso, que sea feliz ayudando a
muchos a encontrar la felicidad, y para eso que me decida a seguir de cerca a
tu Hijo Jesús.
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