Tentaciones



– Acompañamos a Jesús en los primeros momentos de su vida pública. Llega a Cafarnaún y se dirige a la sinagoga: Entraron en Cafarnaún y, en cuanto llegó el sábado, fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Y se quedaron admirados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene potestad y no como los escribas. Se encontraba entonces en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu impuro, que comenzó a gritar: -¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? ¡Sé quién eres: el Santo de Dios! Y Jesús le conminó: -¡Cállate, y sal de él! Entonces, el espíritu impuro, zarandeándolo y dando una gran voz, salió de él. Y se quedaron todos estupefactos, de modo que se preguntaban entre ellos: -¿Qué es esto? Una enseñanza nueva con potestad. Manda incluso a los espíritus impuros y le obedecen (Mc 1,21-27).
– El evangelio nos habla de una de las primeras manifestaciones de las dificultades con las que se iba a encontrar Jesús: las asechanzas del demonio, el gran enemigo de los hombres, que pone todo de su parte para que no prenda la amistad con Dios, o para que se rompa. Es bueno pensar en él, para estar precavidos y no dejarnos seducir.
– Predicando sobre este pasaje del Evangelio el Papa Francisco comentó que hay sacerdotes que cuando leen este pasaje y otros análogos dicen: “Jesús curó a una persona de una enfermedad psíquica”. Es verdad que en aquel tiempo se podía confundir la epilepsia con la posesión del demonio -reconocía-, pero también es verdad que existe el demonio, y nosotros no tenemos derecho a hacer el asunto tan sencillo, liquidándolo como si se tratara de enfermos psíquicos y no de endemoniados.
La presencia del demonio -recordó- está en la primera página de la Biblia y la Biblia acaba también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio. Pero éste -advirtió- vuelve siempre con sus tentaciones. Nos corresponde a nosotros “no ser ingenuos”.
– De ordinario, no se presenta descaradamente, sino de modo insinuante, buscando el diálogo, quitando importancia a detalles pequeños, presentando algo como muy apetecible y no dañino. Es la misma actitud de la serpiente en el Edén: La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que había hecho el Señor Dios, y dijo a la mujer: -¿De modo que os ha mandado Dios que no comáis de ningún árbol del jardín? La mujer respondió a la serpiente: -Podemos comer del fruto de los árboles del jardín; pero Dios nos ha mandado: "No comáis ni toquéis el fruto del árbol que está en medio del jardín, pues moriríais". La serpiente dijo a la mujer: -No moriréis en modo alguno; es que Dios sabe que el día que comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal. La mujer se fijó en que el árbol era bueno para comer, atractivo a la vista y que aquel árbol era apetecible para alcanzar sabiduría; tomó de su fruto, comió, y a su vez dio a su marido que también comió (Gn 3,1-6).
– Volviendo al Evangelio, el Papa observaba que Jesús nos ofrece algunos criterios para entender esta presencia y reaccionar. ¿Cómo ir por nuestro camino cristiano cuando existen las tentaciones? ¿Cuándo entra el diablo para turbarnos? Su primer intento consiste en sugerir que no rompamos con Dios ni con él: tener fe, rezar algo, pero dejarse seducir un poco en cosas agradables y placenteras. Por eso la primera sugerencia del Papa consiste en recordar que no se puede obtener la victoria de Jesús sobre el mal, sobre el diablo, a medias. Ya lo dijo Jesús: El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama (Lc 11,23).
No se puede seguir creyendo que sea una exageración -repitió el Obispo de Roma-: “O estás con Jesús o estás contra Jesús. Y sobre este punto no hay matices. Hay una lucha, una lucha en la que está en juego la salvación eterna de todos nosotros”. Y no hay alternativas, aunque a veces oigamos algunas “propuestas pastorales” que parecen más acomodadoras. ¡No! O estás con Jesús o estás en contra. Esto es así.
– Un arma eficaz es la vigilancia. Debemos siempre velar, velar contra el engaño, contra la seducción del maligno, exhortaba el Pontífice. Y volvía a citar el Evangelio: Cuando uno que es fuerte y está bien armado custodia su palacio, sus bienes están seguros (Lc 11,21). Y nosotros podemos hacernos la pregunta: ¿yo vigilo sobre mí? ¿Sobre mi corazón? ¿Sobre mis sentimientos? ¿Sobre mis pensamientos? ¿Custodio el tesoro de la gracia? ¿Custodio la presencia del Espíritu Santo en mí?". Si no se custodia -añadió, citando otra vez el Evangelio-, “llega otro que es más fuerte y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín” (Lc 11,22).
– ¿Cómo vigilar y mantener siempre las armas a punto? Con la oración, la confesión y la dirección espiritual, hablando tranquilamente de todo lo que nos pasa, que así nos aconsejan y rezan por nosotros.
– La Santísima Virgen pisó la cabeza del dragón infernal. A ella le pedimos que nos proteja, que nos ayude a vencer las tentaciones, a estar siempre son su Hijo.

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