La mirada de Jesús
— Al entrar en el evangelio encontramos dos escenas,
que son dos actitudes ante la vida. En una de ellas Jesús está hablando: 38 Y en su
enseñanza, decía: -Cuidado con los escribas, a los que les gusta pasear
vestidos con largas túnicas y que los saluden en las plazas; 39 los
primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes. 40
Devoran las casas de las viudas y fingen largas oraciones. Éstos recibirán una
condena más severa (Mc 12,38-40):
Gente satisfecha de sí mismos, que piensan que todo lo hacen bien. Miran a los demás por encima del
hombro, no los necesitan.
— Pero inmeditamente se nos cuenta que está
sucediendo cerca de donde Jesús está hablando: 41 Sentado Jesús frente al
gazofilacio, miraba cómo la gente echaba en él monedas de cobre, y bastantes
ricos echaban mucho. 42 Y al llegar una viuda pobre, echó dos
monedas pequeñas, que hacen la cuarta parte del as. 43 Llamando a
sus discípulos, les dijo: -En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más
que todos los que han echado en el gazofilacio, 44 pues todos han
echado algo de lo que les sobra; ella, en cambio, en su necesidad, ha echado
todo lo que tenía, todo su sustento (Mc 12,41-44). Conmueve la generosidad de la
viuda, pero aún más el fijarse en cómo mira Jesús a la gente. Mira el corazón,
se pone en el lugar del otro, se hace cargo de cómo lo está pasando. Es el
único modo de ver la verdad para ser agradecidos y ayudar.
— La comparación de las dos escenas nos invita a mirar
nuestra conducta. ¿Estoy satisfecho de mí mismo? ¿Paso al lado de los demás
mirándolos sólo como algo que me conviene: Me cae bien, me divierto con él
haciendo deporte, o charlando porque es divertido o porque somos del mismo
equipo y exultamos juntos? ¿Cómo trato a quien no me cae bien, o no me sale una
conversación con él, o piensa distinto?
— Parece, a veces, que Jesús hace cosas que
“fastidian”: elige gente muy distinta y los pone a convivir. Entre los apóstoles hay unos con nombres hebreos (Judas, Simón, etc.) y otros griegos (Felipe, Bartolomé); unos son colaboracionistas con los romanos (Mateo, recaudador de impuestos) y otros celotes, independentistas radicales incluso con simpatía hacia los violentos (Simón celotes). Ser como Cristo
exige renunciar a cosas propias para abrirse a los los demás sin prejuicios, hacerse cargo de sus necesidades, ayudar y comprender.
— La lógica de Dios es así: 7 Luego dijo el
Señor: -He observado la opresión de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor
por la dureza de sus opresores, y he comprendido sus sufrimientos. 8
He bajado para librarlos del poder de Egipto y para hacerlos subir de ese país
a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel (Ex 3,7-8). Pone sus sentidos en hacerse
cargo de los demás, especialmente de los más necesitados: vista, oído, por eso
“conoce”, llega a comprender como si le pasara a él.
— Ver, escuchar,… ¡qué palabras
tan importantes para hacernos cargo de lo que llevan dentro y lo que necesitan
las personas que tenemos cerca.
— ¡Cómo notamos y agradecemos que nos hagan
comprendan, animen y ayuden haciéndose cargo de nuestra situación, estado de
ánimo, y dificultades! A veces no ayuda tanto una reprensión como una palabra
amable y ponerse juntos a la tarea: estudiar, ordenar nuestras cosas, o ayudar
a alguien.
— La humanidad nos espera. No es cuestión de quejarse
del mundo, sino de cambiarlo a mejor. Grandes deseos, pero dificultad para
concretarlos en el día a día: estudio serio y responsable, preparación
profesional para servir, generosidad, alegría, honradez, dar ejemplo, saber ir
contra-corriente.
— En el mundo hay mucha gente buena, pero si no los
miramos con afecto, como Jesús a esa mujer no nos daremos cuenta de que están junto a nosotros y perderemos
grandes ocasiones de ayudar, y de dar sentido más cristiano a nuestra vida, y
de ser más felices.
— El ejemplo de María en las bodas de Caná: No tienen
vino. A ella le pedimos que nos ayude a pensar en los demás.
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